Calles solitarias
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Era una noche fría, Laura se dirigía a casa de una amiga. Intentaba darse prisa ya que no le hacía especial gracia andar a esas horas de la noche por las solitarias calles almanseñas. Esa noche había una espesa niebla que rodeaba el municipio y no dejaba ver ni su corpulento castillo.
Cuando Laura vislumbró la puerta de la casa donde se dirigía; bajó el ritmo, hasta que finalmente se detuvo tras unas zancadas lentas y sonoras que hicieron que un hombre que se encontraba a 30 metros en dirección recta en la misma calle que ella, se girase.
Laura se apresuró a sacar el móvil para avisar a su amiga de que había llegado para que le abriera la puerta; era algo que Sara siempre le pedía, para no despertar ni molestar a su bebé.
Cuando Sara descolgó el telefonillo nadie intentó abrir la puerta, preguntó por ella, pero era como si algo o alguien se la hubiera llevado.