Pedacitos de la vida
En este relato Laura Manzanedo, Sara Gil y Puchi tienen algo muy sorprendente en común. Sólo Josep Lobató sabe cómo hacerlo... Envía tu relato a ponte@europafm.es
Siempre me gustaron las historias que podían contarme aquellas personas que habían vivido mucho y muy intensamente. Por eso cuando tuve aquel golpe de suerte en aquella maravillosa Navidad, pensé "Tengo tanto dinero, que voy a dedicarme a lo que siempre quise hacer y nunca pude" porque para ello necesitaba mucho dinero y mucho tiempo, y ahora tenía, y mucho, de las dos cosas.
Fui al banco en cuanto pude, y allí me atendió un joven director muy interesante, guapísimo que me miró de una manera un tanto lasciva, me hizo el amor sólo con mirarme, y tuve la sensación de que me había dejado embarazada al instante, rápidamente me quité esa idea de la cabeza pero no pude evitar que sus ojos no dejasen de mirarme.
A pesar de saber el motivo de mi visita, en ningún momento me aduló ni su trato fue hacia mí como yo me había imaginado, al contrario, me resultó un tanto presuntuoso, pero a mí no me importaba, sólo tenía en mi pensamiento poder acceder a mi fortuna, realizar aquello que siempre deseé y acabar cuanto antes.
-Buenos días- le dije ofreciéndole mi mano un poco recelosa -me llamo Puchi.
-Encantado de saludarla, yo soy Josep.
Después de casi una hora que me pareció una eternidad, quedó todo listo y me fui casi sin despedirme. Saqué un dinero interesante y me dediqué a viajar durante algo más de dos meses y a escuchar historias de personas que me fascinaban, no sin descuidar las obras de lo que en poco tiempo sería mi nueva morada, una preciosa casa de acogida para niños sin hogar.
Me conectaba todos los días a Internet y hablaba por la cámara web con el encargado de la obra que me ponía al corriente de todo, al tiempo que veía como mi gran obra iba creciendo cada día un poco más.
Volví con muchas ganas y para mi sorpresa con varios kilos de más y un vientre que además de moreno estaba más hinchado que de costumbre. Vi con asombro y con mucha alegría como la casa que mandé construir, era la que yo siempre había imaginado, y allí estaba, en el lugar que yo había escogido, grande, perfecta a pocos metros de la hermosa playa que bordeaba casi toda la ciudad.
Solicité personal por una página que un amigo me creó y aparecieron cientos de solicitudes. Descarté muchas de ellas, más de las que hubiese querido, y después de leer muchos currículum, formé mi gran equipo.
Dos médicos, tres enfermeras, personal de limpieza, cocinero, jardinero, todo lo que aquellos niños necesitasen lo iban a tener. Sólo me faltaban cuidadoras dispuestas a vivir en la casa conmigo y con los niños pero eso quería hacerlo personalmente.
Así que me dediqué una mañana entera a entrevistar a chicas, y sin pensarlo demasiado, me quedé con dos: Laura y Sara. Las escogí por su historia tan similar, las dos estaban embarazadas, y sin saberlo ellas, del mismo hombre, alguien joven y muy interesante que un día sólo les había mirado… Igual que había hecho conmigo.